El Escudo Nacional comenzó a utilizarse a principios de 1813. Dos años antes se había iniciado el proceso revolucionario que culminaría en 1816 con la Declaración de la Independencia. En el camino de conversión en una nación independiente, la creación y utilización de nuevas insignias fue una pieza fundamental tanto desde lo simbólico como desde lo práctico.
El 27 de febrero de 1812, Manuel Belgrano y el Ejército del Norte izaron por primera vez la bandera argentina y días antes, el 13 de febrero, las tropas nacionales utilizaron por primera vez la escarapela celeste y blanca impulsadas por la necesidad de tener un distintivo para diferenciarse en las batallas de las tropas realistas. Por tal motivo, Manuel Belgrano traccionó frente al Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata para la creación de estos símbolos.
En el contexto de este proceso revolucionario y constitutivo de una nueva identidad, los diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata reunidos en lo que se conoció como la Asamblea del Año XIII, acordaron que ya no se usarían más los escudos de la corona española para los edificios de gobierno, ni el sello de las armas reales para la firma de documentos y para legislar los actos gubernamentales. El 12 de marzo de 1813 se puso en práctica un nuevo escudo: un óvalo celeste y blanco en el que dos manos sostienen un gorro de la libertad sobre una lanza o pica, símbolo de la unión de las provincias y su determinación de defensa; y un sol naciente con cara que asoma. El sol era la máxima divinidad adorada por el imperio Inca, un símbolo americano. También era una señal de regeneración y de igualdad en el imaginario republicano de la Revolución Francesa, muy influyente en la Asamblea.
Mar 12